Alabanza
La alabanza es una sublime forma de oración. Va más allá de la petición. Quien alaba a Dios expresa su reconocimiento y gratitud por la perfección divina; la alabanza propicia una actitud de confianza y entrega a Dios. Quien alaba permite que el Espíritu Santo habite en su persona y opere la comunión de amor con Dios. Quien ama a Dios no puede dejar de alabarle y quien le alaba crecerá en amor.
Las alabanzas son canticos: multiplican las palabras para tratar de describir a Dios y sus grandezas.
Cantan la bondad de yahvé: justicia, salvación, amor, fidelidad, gloria, fortaleza, promesas, milagros.
Alabar a Dios es exaltarlo, magnificarlo ( Lc 1,46). Reconocer su superioridad única. Habita todos los cielos.
Brota de la conciencia exultante por esa santidad de Dios (salmo 30,5). Esa exaltación une profundamente con Dios.
Alabanza: confesión de las grandezas de Dios, que brota al contacto con el Dios vivo . Despierta al hombre completo, y lo arrastra a una renovación de vida.
El hombre para alabar a Dios se entrega con todo su ser.
La alabanza si es verdadera es “INSESANTE” (salmo 145, 1; 146,2) así es explosión de vida. “no son los muertos, son los vivos los que alaban” (salmo 30;10; 88,11ss; 115,17 Eclo 17,2 ss).